miércoles, 15 de julio de 2009

Interiorismo Orgánico una nueva actitud, el invitado en casa

La época moderna y la llegada del fin de siglo produjo grandes transformaciones en nuestro entorno, por ello algunas de las más importantes medidas para revertir el deterioro son el incremento de consciencia por preservar el medio, así como el cuidado de los recursos naturales. Con inspiración en ello y en las maravillas de la arquitectura natural, interioristas y diseñadores industriales han creado soluciones que nos acercan a las texturas, colores y formas que emanan de la sal de la tierra. Éstos son sus principios básicos.

A decir verdad su introducción se inició hace ya varios años, aunque poco a poco ha logrado sacar de circulación a tendencias como el diseño funcional o el minimalismo -que se mantuvieron con fuerza y gran vigencia muchos años-. Sin embargo, dicen que no hay tiempo que no llegue ni plazo que no se cumpla; así que al fin el interiorismo orgánico se ha colocado en el punto donde se le observa como vanguardia.

Los especialistas dicen que su ascenso al punto de convertirse en moda es tan natural como sus raíces mismas, ya que históricamente el mundo del diseño no tiene una trayectoria rectilínea, sino que su comportamiento es más bien en forma de espiral, y ahora se ubica en el punto más alto de ese rizo helicoidal, así como todas las cosas que se les etiqueta como "retro" y de pronto cobran nueva vida en una época. Pero vayamos al origen.

La larva

El diseño orgánico es un movimiento que en su primera fase se desarrolló entre 1931 y 1960, para después tomar su segundo aire en el inicio de la década de 1990 y mayor fuerza en nuestros días. En cierta forma, el orgánico, es un enfoque holístico y humanizador del diseño, ya que su método de trabajo se planteó como el desarrollo de soluciones enlazadas de modo que la totalidad de un esquema arquitectónico se unificara, generando un efecto mayor que la suma de las partes.

Por ello para el enfoque orgánico fue crucial la manera en que los elementos individuales, es decir objetos o muebles, conectaban visual y funcionalmente con el contexto de su emplazamiento interior y el conjunto arquitectónico en donde se planeaba su disposición. Cabe señalar que la armonía de las proporciones, los materiales y el color, son tópicos que no quedan aislados, sino que son tan importantes como la mueblería o la arquitectura del sitio.

Si bien es cierto que la interconexión y el espíritu de la naturaleza eran los cimientos de la arquitectura orgánica, en sus inicios más primitivos no solían emplearse formas como las que ahora son consideradas orgánicas, es decir, basadas fundamentalmente en curvas y sin una característica particularmente geométrica. Eso hasta que a principios de los años treinta -del siglo pasado-, Alvar Aalto el prestigiado diseñador de origen finlandés y uno de los mayores defensores del movimiento orgánico, lideró un vocabulario humanizador y moderno de la forma, donde las curvas suaves y sinuosas se opusieron al rígido formalismo geométrico del estilo internacional, mismo que pierde de nuevo vigencia en la actualidad.

Las conexiones funcionales, espirituales y emocionales de sus muebles con respecto a los usuarios, eran la principal preocupación de Aalto. Sus ideas tuvieron un gran impacto, sobre todo en los Estados Unidos, con lo cual cambiaron el rumbo del diseño hacia el movimiento orgánico moderno: de esta manera, personajes como Eero Saarinen y Charles Eames crearon sillas y muebles realmente revolucionarios, no sólo por la tecnología de punta que utilizaron en la estructura, sino también por el concepto de contacto y soportes continuos, promovido mediante las formas orgánicas, ergonómicas y refinadas del asiento.

A principios de los años noventa, impulsado por un mejor conocimiento de la ergonomía, la antropometría, los avances en el diseño y el diseño asistido por computadora, las creaciones orgánicas emergieron con más fuerza que nunca sin importar el material en que fueran hechas. Ya sea natural o plástico, el diseño orgánico expresa toda su potencia cuando su sensual y emocional vocabulario formal conecta con el usuario de manera subliminal, apelando directamente a su sentido innato de la belleza natural.